Patakin de Naná Burukú.
Aclarando que esta historia no es mía, es investigada por mi, y narradas por Santeros de altos conocimientos en Cuba Naná dueña de las pocetas de agua dulce, vivía entre lirios de agua de pálidos colores nenúfares y otras bellas plantas enriquecidas con la humedad que ellos despedía.
Un buen día, cuando reposaba entre las cañas bravas, mirando como las aves jugueteaban en el cristalino ambiente, sintió un gran estrépito. Era Oggún quien importunaba la paz.
Las aves huyeron despavoridas y los animales que pasaban a lo largo y ancho de la poceta también desaparecieron. Oggún vio un venadito, que por el zumbido de las abejas, no se había percatado de la presencia de Oggún y éste, blandiendo su machete, quiso atraparlo para saciar su siempre presente hambre. Naná, que todo lo veía, se posesionó de su cuerpo animal; el maja, y de un brinco se presentó ante los ojos del bravo guerrero quien, asombrado, se retiró ante semejante aparición. El venadito agradecido, le dijo; “Nana, madre de agua, desde ahora me ofreceré en sacrificio de agradecimiento por el bien que me has hecho y en representación de toda la vasta familia de los venados. Pero te pido un favor:
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